Miscellaneous

El césped del otro parece más verde

Desde que volví a Madrid después de haber vivido en Nueva York durante catorce años, me he visto afrentado por el mismo dilema: no he sabido – o he tenido dificultades para- calibrar si debía expresar mis opiniones sobre determinados temas en inglés o en español. El hecho de que vivo en España y de que las noticias sobre el país en el que ahora resido, están en español, parece querer sugerir que, desde un punto de vista lógico, debía expresarme en español. Esto es así puesto que las palabras con las que se retrata la realidad actual por medio de ese nuevo vocabulario de marcada cuna digital como »postureo», »post-verdad», etc pueden tener su traducción en inglés (estas palabras en particular, la tienen), pero si las apartas de  de su contexto y de su peso idiomático,  en sí mismo, pierde fuerza y, al menos, para mí, también naturalidad. Aparte de que la realidad que rodea a uno, está fuertemente influenciada no sólo por las palabras, sino fundamentalmente, por las noticias a las que uno está más inclinado a informarse para luego poder reflexionar sobre determinados asuntos, y puesto que mi idioma nativo realmente es el español, parece un ejercicio de soberbia y de pomposidad expresar una idea o una reflexión distinta a la de tu fuente, máxime cuando ésta está tan intimamente ligada a tu mecanismo interior, a tu forma de procesar las ideas. Quizá sea una forma de querer mirar al otro lado de la valla de tu casa porque parece que el césped ahí está más verde.
Hace bastante tiempo, cuando todavía iba a la universidad, tomé un curso de antropología en el que exponía la importancia del lenguaje en el individuo y cómo dicha herramienta influye en su propia existencia. Me quedé con la siguiente máxima: »Language influences thought» (El lenguaje influye al pensamiento). Dicho de otra manera, las palabras influyen en nuestra forma de definir y construir la realidad.
Acabo de finalizar un máster en marketing digital y comercio electrónico y, ahora más que nunca, me veo con una cierta presión interior para capitalizar mis habilidades creativas y de expresión para tener algo que demuestre que soy apto para desempeñar tareas que comporten la capacidad para expresarse con una estructura más o menos académica y fluida. Hasta hace poco, no sabía muy bien si el blog que me propuse empezar a hacer debía ser en español o en inglés. Además del blog, estoy escribiendo una historia inspirada en experiencias personales con un título muy cercano a ciertas idiosincrasias provenientes de mi familia. He decidido, finalmente, decantarme por una solución intermedia y que, curiosamente, no había pensado antes: que en el blog figuren artículos en inglés y en español. Esto, a pesar de la dicotomía que contiene el mero hecho de escribir en los dos idiomas por la razón que expuse al comienzo de este artículo.
Haciendo un trazo más grueso en esta reflexión, me ha llamado poderosamente la atención, en los cuatro años y medio que llevo de regreso, la fuerte colonización cultural americana que padece la sociedad española y cómo los medios han jugado un papel fundamental en este hecho. No se puede achacar toda la culpa a las grandes multinacionales que han ido allanando el camino de la globalización. Los medios de comunicación han actuado de forma muy irresponsable promocionando, con su uso, palabras en principio ajenas al diccionario para, a su vez, ir enterrando de manera inmisericorde, palabras que, desponjándola de cualquier valoración estética o relativa a su idoneidad en los tiempos que corren, sólo han servido para enriquecer el idioma. Ese tipo de valoraciones – dicho sea de paso – provienen de una arraigada falta de autoestima cultural. Simplemente, lo que viene de fuera parece más atractivo. Y esto sólo porque las masivas campañas publicitarias de las corporaciones , de manera indirecta, se han encargado de transmitir esa idea, aparejándolo al glamour que desprenden las estrellas de entretenimiento estadounidenses. Ya lo dijo el director de cine Alejandro Amenábar cuando dijo que »el inglés es el latín del presente» para justificar por qué hacía películas en inglés desde hacía un tiempo. Con pensamientos así, no es de extrañar que incluso aquellos que deberían ser (al menos por principios) los primeros interesados en que la cultura de su país destaque, sean los primeros en mirar más allá de sus fronteras; de sus decididamente más limitados recursos para decir, en otras palabras, que se trata de que te reconozcan en todo el mundo. No hay que irse a Amenábar para encontrar estos indicios de cierta pleitesía hacia lo de de fuera; y más específicamente, para lo que viene del mundo anglosajón: es frecuente el uso de temas de habla inglesa como música de fondo en los distintos programas de televisión en este país, por ejemplo. Incluso el lenguaje de la publicidad parece desprender un aura »de fuera». Volviendo a poner un ejemplo cinematográfico (y quizá esto sea más una impresión personal que otra cosa) es bastante común ver carteles de cine que parecen inspirados en carteles de cine americanos. Esto lo he encontrado, sobre todo, en el género de comedia – hay que fijarse mucho en este tipo de publicidad para adivinar de dónde procede la película, reconociendo, quizá el nombre o el rostro de algún actor.  Esto también tiene su lógica: las comedias de ahora suelen tener un público adulto cada vez más rejuvenecido debido, en gran parte, al auge de las redes sociales y las nuevas tecnologías. El lenguaje de las RR.SS. y del internet en general es el inglés. De ahí que, en mi opinión, haya una vinculación indirecta entre entre el fenómeno de la globalización, una cierta homogeneización en los mensajes que se transmiten, y una cierta renuncia a desarrollar un mensaje propio y más arraigado, precisamente porque esa globalización (gobernada sin duda por EE.UU.) lo hace muy difícil.
He de reconocer que la propia dicotomía personal a la que me refería al principio, encierra un cierto desasosiego: el corazón de ese dilema radica en un imperativo más o menos objetivo: he querido profundizar en determinados temas en inglés porque he podido comprobar la alta demanda de personal que tenga la capacidad de escribir en ese idioma. Quizá ésa sea la parte que cada uno tenga que pagar o que sacrificar para formar parte de un mundo más abierto y más fundamentado en una realidad actual más desdibujada, aunque cada persona tenga que retroceder un poco ante el espejo de sí mismo y a la forma que tenga de examinar lo que le rodea, para poder ver ese césped del vecino que parece estar más verde que el tuyo.

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